miércoles, 16 de noviembre de 2011

No sé por qué me dedico a esto



Estoy terminando de leer el libro La trilogía de Nueva York de este autor y aunque no había pensado comentar algo porque es mi primera lectura de él, al final ha sido inevitable. Googleando por ahí me encontre con el discurso que dió cuando recibió el PREMIO PRÍNCIPE DE ASTURIAS DE LAS LETRAS 2006 e inmediatamente me atrapó. Lo comparto y espero lo disfruten.



No sé por qué me dedico a esto. Si lo supiera, probablemente no tendría necesidad de hacerlo. Lo único que puedo decir, y de eso estoy completamente seguro, es que he sentido tal necesidad desde los primeros tiempos de mi adolescencia. Me refiero a escribir, y en especial a la escritura como medio para narrar historias, relatos imaginarios que nunca han sucedido en eso que denominamos mundo real. Sin duda es una extraña manera de pasarse la vida: encerrado en una habitación con la pluma en la mano, hora tras hora, día tras día, año tras año, esforzándose por llenar unas cuartillas de palabras con objeto de dar vida a lo que no existe…, salvo en la propia imaginación. ¿Y por qué se empeñaría alguien en hacer una cosa así? La única respuesta que se me ha ocurrido alguna vez es la siguiente: porque no tiene más remedio, porque no puede hacer otra cosa.

Esa necesidad de hacer, de crear, de inventar es sin duda un impulso humano fundamental. Pero ¿con qué objeto? ¿Qué sentido tiene el arte, y en particular el arte de narrar, en lo que llamamos mundo real? Ninguno que se me ocurra; al menos desde el punto de vista práctico. Un libro nunca ha alimentado el estómago de un niño hambriento. Un libro nunca ha impedido que la bala penetre en el cuerpo de la víctima. Un libro nunca ha evitado que una bomba caiga sobre civiles inocentes en el fragor de una guerra. Hay quien cree que una apreciación entusiasta del arte puede hacernos realmente mejores: más justos, más decentes, más sensibles, más comprensivos. Y quizá sea cierto; en algunos casos, raros y aislados. Pero no olvidemos que Hitler empezó siendo artista. Los tiranos y dictadores leen novelas. Los asesinos leen literatura en la cárcel. ¿Y quién puede decir que no disfrutan de los libros tanto como el que más?
En otras palabras, el arte es inútil, al menos comparado con, digamos, el trabajo de un fontanero, un médico o un maquinista. Pero ¿qué tiene de malo la inutilidad? ¿Acaso la falta de sentido práctico supone que los libros, los cuadros y los cuartetos de cuerda son una pura y simple pérdida de tiempo? Muchos lo creen. Pero yo sostengo que el valor del arte reside en su misma inutilidad; que la creación de una obra de arte es lo que nos distingue de las demás criaturas que pueblan este planeta, y lo que nos define, en lo esencial, como seres humanos. Hacer algo por puro placer, por la gracia de hacerlo. Piénsese en el esfuerzo que supone, en las largas horas de práctica y disciplina que se necesitan para ser un consumado pianista o bailarín. Todo ese trabajo y sufrimiento, los sacrificios realizados para lograr algo que es total y absolutamente… inútil.
La narrativa, sin embargo, se halla en una esfera un tanto diferente de las demás artes. Su medio es el lenguaje, y el lenguaje es algo que compartimos con los demás, común a todos nosotros. En cuanto aprendemos a hablar, empezamos a sentir avidez por los relatos. Los que seamos capaces de rememorar nuestra infancia recordaremos el ansia con que saboreábamos el cuento que nos contaban en la cama, el momento en que nuestro padre, o nuestra madre, se sentaba en la penumbra junto a nosotros con un libro y nos leía un cuento de hadas. Los que somos padres no tendremos dificultad en evocar la embelesada atención en los ojos de nuestros hijos cuando les leíamos un cuento. ¿A qué se debe ese ferviente deseo de escuchar? Los cuentos de hadas suelen ser crueles y violentos, describen decapitaciones, canibalismo, transformaciones grotescas y encantamientos maléficos. Cualquiera pensaría que esos elementos llenarían de espanto a un crío; pero lo que el niño experimenta a través de esos cuentos es precisamente un encuentro fortuito con sus propios miedos y angustias interiores, en un entorno en el que está perfectamente a salvo y protegido. Tal es la magia de los relatos: pueden transportarnos a las profundidades del infierno, pero en realidad son inofensivos.

Nos hacemos mayores, pero no cambiamos. Nos volvemos más refinados, pero en el fondo seguimos siendo como cuando éramos pequeños, criaturas que esperan ansiosamente que les cuenten otra historia, y la siguiente, y otra más. Durante años, en todos los países del mundo occidental, se han publicado numerosos artículos que lamentan el hecho de que se leen cada vez menos libros, de que hemos entrado en lo que algunos llaman la “era posliteraria”. Puede que sea cierto, pero de todos modos no ha disminuido por eso la universal avidez por el relato. Al fin y al cabo, la novela no es el único venero de historias. El cine, la televisión y hasta los tebeos producen obras de ficción en cantidades industriales, y el público continúa tragándoselas con gran pasión. Ello se debe a la necesidad de historias que tiene el ser humano. Las necesita casi tanto como el comer, y sea cual sea la forma en que se presenten –en la página impresa o en la pantalla de televisión–, resultaría imposible imaginar la vida sin ellas.
De todos modos, en lo que respecta al estado de la novela, al futuro de la novela, me siento bastante optimista. Hablar de cantidad no sirve de nada cuando nos referimos a los libros; porque no hay más que un lector, sólo un lector en todas y cada una de las veces. Lo que explica el particular influjo de la novela, y por qué, en mi opinión, nunca desaparecerá como forma literaria. La novela es una colaboración a partes iguales entre el escritor y el lector, y constituye el único lugar del mundo donde dos extraños pueden encontrarse en condiciones de absoluta intimidad. Me he pasado la vida entablando conversación con gente que nunca he visto, con personas que jamás conoceré, y así espero seguir hasta el día en que exhale mi último aliento.
Nunca he querido trabajar en otra cosa.

Para más sobre este autor la página de El País está muy interesante
http://www.elpais.com/todo-sobre/persona/Paul/Auster/2990/

viernes, 11 de noviembre de 2011

HISTORIA DE LA FEALDAD

Sin duda alguna Eco tiene un nombre poderoso, recuerdo haber leído algo sobre él en alguna clase de semiótica, pero como en ese entonces, en mi opinión dicha materia no estaba bien impartida le presté poca atención. Afortunadamente su nombre se me quedó grabado y tiempo después leí su novela "El nombre de la Rosa" y algunos artículos ó ensayos, por lo que el interés sobre este autor aumentó.

He termidado de leer "Historia de la Fealdad" y me pareció un libro muy bueno. Para empezar el formato es práctico, no es de bolsillo pero tampoco es un libro que una buena bolsa o maletín no pueda aguantar, aunque si eres extremadamente cuidadoso con los libros sobre Arte, entonces si es mejor leerlo en casa.

La lectura es dinámica, para nada cansada sino al contrario, como trae muchas referencias a textos de varias épocas eso lo hace aún más interesante. Por supuesto que las imágenes tienen muy buena calidad y son ejemplos visuales fabulosos sobre el tema. Esto es un poco de lo que se menciona en la presentación:

"Tanto los fragmentos antológicos como las extraordinarias ilustraciones de este libro nos llevan, pues, a recorrer un itinerario sorprendente hecho de pesadillas, terrores y amores de casi tres mil años, donde los sentimientos de repulsa y de conmovedorea compasión se dan la mano, y el rechazo de la deformidad va acompañado de éxtasis decadentes ante las más seductoras violaciones de todos los cánones clásicos.
Entre demonios, locos, enemigos terribles y presencias perturbadoras, entre abismos repulsivos y deformidades que rozan lo sublime, navegando entre freaks y fantasmas, se descubre una vena iconográfica extraordinariamente amplia y a menudo insospechada."
Y miren que si hay muchísimas imágenes aterradoras de todas las épocas, en especial esos Medievales si que sabían como generar pánico y definitivamente ¡no me hubiera gustado vivir en ese periodo!, pero después de haber disfrutado de este libro conincido con lo que el primer editor extranjero que vio esta obra exclamó : <<; ¡Qué hermosa es la fealdad! >>


Umberto Eco, semiólogo y escritor, nació en Alessandria (Piamonte) en 1932. Tras una intensa actividad ensayística, en 1980 publicó su primera novela El nombre de la rosa (Premio Strea 1981), a la que siguieron El péndulo de Foucault (1988), La isla del día de antes (1994), Baudolino (2000) entre otras. En 2004 dirigió la edición de Historia de la belleza, y tiempo después apareció Historia de la fealdad.

Este libro es publicado por editorial Lumen
http://www.editoriallumen.com/

miércoles, 9 de noviembre de 2011

NO SOY YO

Ayer en una de mis series favoritas la protagonista decía:
"No es cierto, por dentro todos somos diferentes (refiriéndose a nuestro esqueleto óseo) tengo que decirlo porque es mi profesión (antropóloga forense) y tengo que defenderla...pero tu tienes tus creencias y yo las mías".
Creo que no hay algo mejor que poder pensar así y a pesar de ello respetar a los demás.

Hoy vi una series de imágenes de una campaña en contra del racismo. Es importante pensar que no sólo es una cuestión del color de piel, hay racismo en muchos aspectos y actividades que realizamos. La campaña pretende que por medio de la educación luchemos en contra de esta actitud negativa; así que con tanto que compartir en las redes, ¿por qué no hacerlo con este tipo de iniciativas?. Este es mi granito a la causa.